Si no te miro a los ojos, sospecha

Si no te miro a los ojos, sospecha

miércoles, 18 de enero de 2017

El tiempo entre las brasas

En la sombra. De cara al jardín. Al lado de la menta que, de alguna manera, todavía crece. El crujir suave de la entraña, constante. Suave y constante: sinfonía de un asado para uno. La invito a Petunia, que se sienta sobre mis piernas, reclamando la atención de mis manos ocupadas con un pucho y una birra que deja la marca de su frío sobre el tablón a mi izquierda, en la media tarde de este miércoles franco. Los acordes pasan y la menta, de alguna manera, todavía crece y miro todo lo lejos que puedo por el retrovisor, con la voz de la Negra en el bocho, con la cabeza de Petu sobre mi panza que cada vez, pese a quien le pese, está un poquito más grande. La sinfonía del asado, la poesía de un hombre que se debe a sí mismo cada vez menos cosas y la Negra Sosa –de ancho corazón- agradeciendo la vida que yo, en alpargatas y pantanlón corto, también disfruto. La menta florece. Petu respira lento; la siento latir, calma. Pausa el tire y afloje. Cuarto intermedio, cuando poco, para el tiempo de los intentos. Hoy hablan las voces del tiempo entre las brasas. Saudade que se convierte en abundancia. 






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