Si no te miro a los ojos, sospecha

Si no te miro a los ojos, sospecha

martes, 16 de diciembre de 2014

Rambla acá, rambla allá

No conoce el camino, pero sólo mira el suelo en dirección a su piedrita. Todavía no lo sabe, -porque sin duda no lo planea, porque esas cosas no se planean- pero va a patearla hasta llegar, unas 124 veces. 

Serán -seguramente por no compartir la pierna con los dos más grandes de la historia- 113 toques con la diestra y otros excepcionales 11 con la de palo; todos, mejores o peores, más o menos eficientes, serán puramente conscientes e inconscientemente conllevaran un cariño implícito que aunque Benedetti quisiera, no podría verbalizar. 


La va a conocer sobre 26 de marzo, pero en la esquina de Blanco le va a pedir que la acompañe hasta el final. Recordará que al principio fue diversión; Reírse un rato, entretenerse. Y se preguntará luego cómo, de esa nimiedad, surgió el compromiso. Y la lealtad. Y la reciprocidad.


Le va a parecer raro, quizás al principio vano, muy poco, pero creerá que fue sólo por caminar juntos. En algún momento, cuando la piedra termine bajo un auto y él no dude en rescatarla, caerá en la realidad -pero preferirá no decirlo, disimularlo- de que está un poco hasta las bolas con ella. Pensará: "bien me podría haber buscado alguna otra", sabiendo interiormente que nunca se lo hubiese permitido. Mas no entenderá hasta el final del trayecto -si es que lo hace, en algún momento de iluminación-, que el silencio y la compañía nunca fueron vacíos, sino que eran el entretejido discreto de una inmensa intimidad. Una intimidad sin vueltas; franca y genuina, y vulnerable -como el ser humano mismo- pero aún así persistente. 


Si se dispone a revisar su memoria, se acordará de 7, 8 tiros mágicos que tan sólo del recuerdo le van a hacer inflar el pecho de orgullo para llenarlo de gloria. Otros tantos, si, en los que más que calidad tuvo ojete. Pero, con o sin suerte, ¿Quién te quita lo bailado?


Él, pasada la ilusión de la primera juventud, entenderá que no es digno del Centenario, y tampoco tendrá problema en admitir que elije a su piedrita aunque nunca haya sido una Tango o una Fevernova. La llevará -con su pique impredecible- fielmente en su pie por las calles que fuesen, bien en patas, o con las zapatillas andrajosas de la adolescencia, o con las que se hacía el lindo en la facultad. No tendrá miedo -contra todo pronóstico- de gastar sus zapatos de succesfull lawyer porque en el fondo él es un romántico empedernido, de esos que ya no quedan; y mal no le va a hacer en el laburo ver las rayitas que quedaron en el zapato por patear ese pedazo de baldosa. 


Basta ver esta historia de amor de afuera para entender que ni siquiera los mejores, en un momento de altísima inspiración, pueden planear con tanta perfección un camino como este de pasión y aventura. Porque uno no nace y se hace, sino que camina y se va haciendo. Y aunque uno va queriendo que las cosas pasen a merced, es raro -de acá a Japón- que el destino nos de mucha bola. Imponerle al mundo como tiene que ser, a mi cuando lo intente, me pareció una tarea complicada. 


No hay que desmerecer los frutos del silencio -aunque un poco se hagan rogar-, de acompañar y caminar manso, escuchando lo que va pasando adentro. Porque de adentro nace lo genuino y espontaneo; y lo genuino y espontaneo genera cosas verdaderas; y lo verdadero fluye en silencio sincero y sin esfuerzo, como un río; y el río siempre termina muchísimo más lejos que hasta donde vemos y bastante más lejos que donde nuestra cabeza puede -acotadamente- planear, o imaginar, o creer.  

Peor es el hambre

Sufrí como todos,
algún contratiempo. 
Preferí ser bien guapo 
y decir lo que siento.

Nada me regalaron
y aunque hubo calambres,
nunca tuve hambres 
como las que me contaron.

El hambre no se describe
me dijeron en la calle.
Acérquenle cualquier talle
de remera o buzo al pibe.

Es como ahogarse lento
me dijeron una vuelta;
cuando el hambre anda suelta
hasta el más noble es violento.

No es que yo justifique 
la agresión o la violencia, 
pero hay que tener paciencia 
para que la rabia no pique. 

Es que no hay quien se merezca 
tanta desesperación.
Hay en todo corazón, 
un final de la reserva. 

Yo digo tener carencias.
Mas no entiendo en realidad
lo abundante de mi verdad
en frente de otras desgracias.

Puedo sentir dolor;
no esta exenta de crudeza
mi vida de realeza
pero esta llena de color,
y olor,
y sabor.

Peor es el hambre,
me dijo un buen amigo
ese día que fue testigo
de alguna de mis pesadumbres.

Más te vale alimentar 
el corazón de justicia,
porque un alma sin pericia,
fácil se puede marchitar.

Y que lujo derrochar
una vida de riquezas,
cuando la peor de las pobrezas
es la del interior.

Nutrí a tu cuerpo,
mente sana en cuerpo sano; 
Y no seas el villano
que deja pasar el tiempo.

No quiero después el lamento
de estar tirado en la cama.
Cuándo la conciencia llama,
mejor es seguir ese viento.